La responsabilidad del cuidado al frágil

Empiezo este post con cierta confusión, ya que llevo varios días dando vueltas a varias ideas que me gustaría compartir y me está costando encontrar la que destaca más; pero vamos a intentarlo. Venga.

Hace unos días, un conocido periodista (que no voy a nombrar porque sigo enfadada con él, aunque entiendo que su columna de opinión no tenía mala fe) denigró, desde mi punto de vista, el acto de cuidar de las personas mayores. En concreto, el acto de realizar la higiene a una persona que no se puede valer por sí misma, ya que supuso que “tampoco la enfermera que limpia a los viejos quisiera estar ahí”; aunque también matizó que “los sueldos de las enfermeras son escandalosamente bajos”. Por ahí reconozco que me ablandó el corazón. En su descargo diré que pienso que dicho periodista no conoce nuestra profesión lo suficiente. Y yo, por supuesto, no puedo hablar por el global de mis compañeros y compañeras de profesión, pero sí puedo decir lo que opino. Me atrevo a decir que es lo mismo que opina la mayoría de colegas con los que tengo el honor de trabajar y de compartir experiencias.

Me gustaría que este humilde post lo leyera gente no-enfermera, de forma que sepan de qué va realmente esta profesión, cuyos 300000 profesionales en España cuidan de los 47 millones de españoles. También me gustaría que lo leyeran estudiantes y futuros estudiantes de enfermería, para que comprendan, desde el minuto cero, que para ser enfermera hace falta estudiar, estudiar y seguir estudiando. Y mirar, y hacer y tener muchísimo sentido común.

Dado que este post no puede ser infinito, necesariamente me tendré que dejar fuera muchos aspectos de la profesión y me centraré en el aspecto del apoyo a la dependencia o, como dirían dos de nuestras grandes referentes en enfermería, Maite Luis y Carmen Fernández Ferrín, el ‘apoyo a la falta de autonomía’.

 

Una de las responsabilidades más conocidas de las enfermeras es la de suplir a la persona cuando ésta no puede hacer las cosas por sí misma. Sí, eso incluye la higiene. Y os aseguro que es una enorme responsabilidad e implica que tienes que ser capaz de, por respeto a la intimidad de la persona, ganarte su confianza: mostrar que eres una persona digna de que alguien te confíe su cuerpo, su seguridad, su homeostasis. Y abordar el cuerpo de una persona, cuidando de sus fronteras más íntimas y más borrosas no es tarea sencilla. Aquí van unas cuantas pistas.

Cuando alguien no puede moverse por sí mismo, y hay que, por ejemplo, suplirle en la tarea de realizar la higiene, se suele tratar de una persona vulnerable. Eso significa que posee pocas reservas para hacer frente a estímulos intensos y, por tanto, es fácil hacerle daño. Hay que ser muy preciso, firme y delicado a la vez para no provocar dolor mientras se le moviliza. Además, el cuerpo queda expuesto, por lo que hay que proteger a la persona del frío. Esto, que suena sencillo, requiere de habilidad y coordinación entre las diferentes personas que realizan la higiene.

Suplir a una persona implica, casi siempre, tocarla en zonas del cuerpo que no suelen estar expuestas a ser tocadas por personas desconocidas; por tanto, es inevitable tener un contacto cercano, muy cercano, con alguien que no te conoce de nada. La responsabilidad de la enfermera es respetar infinitamente el pudor de cada uno. Conseguir abordar las zonas privadas de cada uno sin violentar a la persona. Mostrar que esa persona te importa y que es más que un “trozo de carne” en una cama de un hospital (ver el vídeo de Kathy Torpie, una paciente neozelandesa, que lo explica la mar de bien). Que una persona te importa lo puedes trasmitir de mil maneras: tocándola con suavidad pero firmemente, protegiendo su intimidad, hablando con ella de temas que le puedan interesar, preguntando si se encuentra tranquila, asegurándole que no se te va a caer (que levante la mano la enfermera que haciendo la higiene a una persona anciana, ésta no se le ha agarrado a la cintura temiendo caerse de la cama al ponerle de lado), etc.

Suplir a una persona requiere tomar decisiones. Para ello existen las herramientas de la valoración y la práctica basada en la evidencia. Cuando el equipo está realizando la higiene, no sólo está haciendo eso. A la vez está escudriñando el cuerpo, valorando las zonas en contacto con el colchón buscando signos de problemas en la piel. Se valora cuál es la postura que la persona tolera mejor. Se examina si la persona moviliza secreciones. Se examinan las vías invasivas.

Y se toman decisiones: se planifican los cuidados que se van a llevar a cabo para resolver los problemas o los riesgos que se hayan detectado, se decide si la persona puede sentarse, intentar caminar, si precisa fisioterapia respiratoria, si se requiere apoyo de la nutricionista, si hay cambios significativos que se deban comunicar a otro profesional… en definitiva, multitud de decisiones y de cuidados.

Finalmente, si seguimos con el ejemplo de la higiene, la suplencia a la persona en esa tarea, si se ha llevado a cabo en una persona frágil, este proceso ha podido fatigarla. Se cierra la actividad dejando a la persona lo más confortable posible, arropada por todos los cojines que haga falta, hidratada, relajada, con el timbre a mano y todas las cosas que necesite a su alcance.

Desplegar este cuidado a la persona frágil, qué quieren que les diga, es un arte y es conocimiento y es aplicar las guías de práctica clínica que dicen como prevenir las complicaciones asociadas a la fragilidad. Y es un privilegio que las personas confíen en nosotros lo más preciado que tienen: a sí mismos. ¿Cómo vamos a querer estar en otro sitio?

 

1 comentario en «La responsabilidad del cuidado al frágil»

  1. Me encanta el vídeo de Kathy. Lo utilizo a menudo en las clases de paciente crítico. Muchas veces (sobre todo en la UCI)nos obsesionamos con la tecnología, catéteres, respiradores, etc y nos olvidamos que tratamos con personas. Enhorabuena a ambos por el post.

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